La era del desconcierto



De una sociedad indignada a una sociedad desesperada


La era del desconcierto








Somos conscientes de vivir uno de los momentos más complejos de la historia moderna. A nuestros pies, los cimientos más sólidos de nuestra convivencia parecen desvanecerse hasta el punto que no acertamos a comprender, no solo un futuro incierto, sino siquiera un presente estremecedor.

Más que nunca, estamos en la sociedad del riesgo, en esa vida líquida que fluye de forma salvaje y hace que nuestros elementos de comprensión y análisis más básicos no acierten a descifrar las claves económicas, políticas y sociales actuales. Investigadores, científicos, académicos, centros de investigación, universidades, todos parecen encontrarse sobrepasados por una realidad corrosiva que ni siquiera quienes toman las decisiones más trascendentales comprenden.

Lo vemos cada vez que se difunden cifras o magnitudes como las cifras del desempleo, la evolución del déficit público o el número de desahucios. La respuesta de nuestros responsables políticos va, desde el desconcierto evidente al silencio. Y con ello, la autoridad moral de quienes deberían tranquilizar a la sociedad no deja de deteriorarse, hasta haber perdido nuestro propio respeto. Hace tiempo que nos faltan el respeto y nosotros les contestamos con nuestro desprecio que se refleja en los mayores niveles de desafección política en la historia de la democracia hasta llegar a considerar a los políticos en España un problema de mayor relevancia que el terrorismo, como recogen las encuestas del CIS.

Sin embargo, los ciudadanos que sufren y viven en primera persona el drama de las políticas neoliberales que se aplican, demuestran mucha más sensatez y sentido común que nuestros insolentes gobernantes. Y en ellos, en los ciudadanos, tenemos muchas de las claves para comprender el alcance de muchas de las transformaciones que vivimos, a pesar de que pasamos por alto el papel decisivo que tienen.

Posiblemente tengamos que reenfocar nuestros análisis hacia las personas, en lugar de dar relevancia a tanto interesado especialista fracasado. Es bien fácil hablar con las personas con las que nos relacionamos y entender algunas de las claves esenciales de la situación actual.
Por ejemplo, hablando con un taxista hace pocos días sobre la crisis, insistió en su conversación en dos cuestiones que a su juicio eran muy importantes para entender porqué la sociedad estaba tan desvalida: la aprobación por el PSOE de la reforma constitucional que prioriza el pago de la deuda frente a cualquier otro gasto, y el desamparo que tiene la sociedad ante las políticas del PP, al no existir una alternativa de izquierdas fuerte y capaz de plantar cara a la derecha. El taxista, a pesar de insistirme en que no tenía estudios, había dado con la clave de dos procesos muy importantes en la situación política actual.

La percepción de los ciudadanos de estar viviendo procesos de un enorme calado merece atención, no solo por su impacto en la política, sino también por su efecto en el nivel de la conciencia y en los comportamientos que estos tienen, aunque también es cierto que no son capaces de entender en toda su complejidad.

Como decía el filósofo Jacob Buckhardt, vivimos en la era de las simplificaciones salvajes y ello es aprovechado por una derecha montaraz y sin escrúpulos que ha perdido cualquier pudor para romper los frágiles equilibrios sociales que mantenían muchas sociedades cogidas por alfileres, mientras la izquierda se encuentra desubicada, perpleja y sin haber hecho los deberes de repensarse y comprender lo que está pasando. Y ante todo ello, reina el desconcierto.

Carlos Gómez Gil (Tweeter: @carlosgomezgil) es Doctor en Sociología y profesor en la UA. Puedes leer otros textos suyos en su Blog Palabras Gruesas)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


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