22 de Marzo: Un hito en la historia de la lucha
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29-03-2014
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22
de Marzo: Un hito en la historia de la lucha
Como
ya se ha escrito bastante sobre las Marchas de la Dignidad del 22M,
voy a exponer de manera lo más sintética posible mis reflexiones
sobre esta grandiosa movilización, que, a mi entender, representa un
cambio cualitativo de la lucha social de este país.
*
Entre sus
principales y más positivos aspectos,
además de su éxito de convocatoria (en número de colectivos
implicados y personas participantes), destacaría los siguientes:
Unidad
(común denominador) en torno a unos contenidos políticos y de clase
de gran calado (como el NO pago de la deuda), superando lemas
genéricos de corto alcance
Pluralidad
como no se había conocido en muchos años, confluyendo territorios,
sectores, mareas, movimientos, organizaciones, sindicatos, partidos y
personas de muy diversos colores, banderas, ideologías, edades,
condiciones, etc. que caminaban mezclados o en bloques dentro de la
movilización unitaria.
Organizada
con tiempo,
y en un proceso en el que se han podido incorporar todos los
colectivos y personas interesadas.
Gran
envergadura
temporal (varios días de marchas por la península) y espacial,
ocupando carreteras, pueblos y las vías principales de Madrid,
atravesando los barrios y pueblos de trabajadores, y desbordando los
límites en los que a menudo nosotros mismos encerramos las protestas
con recorridos pequeños y poco visibles a la ciudadanía.
Activismo
entusiasta,
que visibilizó en la calle y en las redes una convocatoria
silenciada mediáticamente, y proporcionó los medios e
infraestructura para el alojamiento y manutención de los miles de
personas caminantes y llegadas de fuera de Madrid.
*
Características
que marcan
unos cambios cualitativos,
entre las que cabría señalar:
Rechazo
del bipartidismo y ausencia del bisindicalismo institucional.
Los primeros (PP-PSOE) ya son señalado en muchas manifestaciones
como los brazos ejecutores de las políticas diseñadas por el gran
capital europeo y nacional, y por tanto, enemigos a combatir. Los
sindicatos CCOO y UGT se auto-excluyeron de la movilización, y con
la reunión de sus dirigentes en la Moncloa el martes 18 (mientras ya
caminaban centenares de trabajadores por las carreteras),
escenificaron su renuncia a la lucha y su papel de colaboradores
necesarios en la estrategia de aumento de la explotación de los
trabajadores. Han certificado su lento, pero imparable, declive, ya
que miles de sus afiliados sí participaron en las marchas; y ya no
hace falta esperarlos para lograr que las movilizaciones sean
multitudinarias, como pasaba antes.
Combinación
de procesos desde abajo y liderazgos reconocidos.
Las asambleas abiertas en los diferentes niveles han constituido el
eje organizativo de la movilización. Las organizaciones sindicales,
políticas o sociales han aportado sus estructuras y activistas, pero
han tenido que consensuar acuerdos (no exentos de fricciones) en
estas asambleas. Pero un análisis riguroso de la génesis de estas
marchas de la dignidad no puede olvidar que en su arranque y
confluencia ha influido muy positivamente el prestigio y la
repercusión de algunas acciones llevadas a cabo con anterioridad en
Andalucía (ocupaciones de tierras, ferrocarriles, supermercados) o
Extremadura (campamentos Dignidad) que gozaron de una gran
repercusión y reconocimiento, lo que facilitó la confianza
necesaria en la fase inicial y de extensión de la iniciativa. La
combinación de estos dos ámbitos (trabajo de base y referencias
conocidas y prestigiadas) ha demostrado su utilidad a la hora de
superar las limitaciones de cada uno de ellos.
Represión
del sistema.
En los momentos previos las marchas fueron ignoradas en los medios de
comunicación comerciales y fueron calificadas al mismo tiempo de
extremismo de derecha y de izquierda. Comprobado el éxito de las
marchas, el sistema optó por aguar la fiesta y aterrar a los
pacíficos manifestantes con unas cargas totalmente injustificadas.
La responsabilidad de los episodios de enfrentamiento ocurridos recae
directamente en quienes dieron la orden de cargar, antes incluso de
finalizar la manifestación legal, y quienes introducen policías con
capucha y pañuelo para iniciar los altercados. Los espacios
dedicados por los medios a estos episodios han multiplicado con
creces los empleados a informar de las marchas, mostrando a las
claras su papel al servicio de los poderes económicos. Pero fuimos
millones las personas que vimos lo que ocurrió, y cada vez son menos
las personas que se dejan influir por estas campañas
criminalizadoras.
*
Limitaciones
no han faltado; señalo dos entre otras posibles
Participación
territorial desigual.
Es lo que cabía esperar (no desear), debido al carácter
plurinacional de nuestro estado. Mucha imaginación y generosidad
habrá que aportar para ser capaces de superar las repercusiones que
este asunto tiene en una lucha que pretende la unidad frente a un
estado que impone recortes e injusticias de manera general en el
conjunto del territorio.
Inconcreción
para el día después.
Los mensajes de “venimos a quedarnos” para los días posteriores
al 22M quedaron en meras declaraciones, por un diseño poco ambicioso
en unos casos (manifestaciones poco novedosas) o intentos casi
imposibles (Cifuentes morirá o dimitirá antes de tolerar una tienda
de campaña en Madrid). Quizás faltó rematar esta llamada a la
desobediencia, aprovechando los cientos de miles de personas en la
calle para haber realizado una sentada o asamblea permanente al
finalizar las marchas. Todo se andará.
*
El nuevo
futuro
que las marchas alumbran contiene en su seno fuerzas poderosas.
Vamos
aprendiendo a compartir.
El éxito nadie lo puede patrimonializar, puesto que ha sido de
multitud de colectivos y personas. Va siendo hora de consolidar esta
práctica, que tan buenos resultados da, y dejar los episodios
sectarios (que sin duda volverán a aparecer, a veces en su peor
momento), para ocasiones cada vez más irrelevantes.
Construcción
de un sujeto colectivo y popular, un nosotros cada vez más amplio.
Todavía no hemos llegado a ese 99% que reclamaba el 15-M, pero va
creciendo el número de personas que se sienten de una clase (la
trabajadora) que sufre la agresión de la otra (la burguesía en sus
diferentes versiones, nacional, internacional, financiera o
terrateniente) que ha mostrado su verdadera naturaleza depredadora de
la humanidad, poniendo al gobierno y resto de instituciones a su
servicio. Su poder es muy grande, pero es menor cada vez la
legitimidad con la que lo imponen, porque ese sujeto popular va
creciendo en número, lazos, organización y conciencia.
Que
se ha ido forjando en años de lucha.
Lo que aconteció en torno al 22 de marzo no surge de la nada, sino
que se alimenta de un amplio período de luchas que han ido creando
una nueva conciencia de sujeto activo, rompiendo amarras con un
pasado ya caduco y superando estructuras organizativas oxidadas. Las
luchas y acampadas de los trabajadores de Sintel; las luchas
vecinales contra los parquímetros o Gamonal; la lucha contra los
desahucios de la PAH; los campamentos dignidad y otras luchas por la
renta básica; la explosión del 15-M, con sus nuevas formas de
organización y lucha; las ocupaciones de edificios y fincas; las
expropiaciones de alimentos de los supermercados, las marchas
mineras; las huelgas sin respetar servicios mínimos del transporte o
limpieza; las incipientes asambleas de parados y de trabajadores a
nivel local, etc. Estas y otras muchas luchas, avivadas por la
agresión salvaje que el capitalismo infringe a la clase obrera y
sectores populares, se han ido fraguando con unos métodos de
organización y lucha, que, más que inventarse, han recuperado la
frescura combativa, asamblearia y rebelde que unas estructuras
oxidadas y burocratizadas habían relegado al olvido.
Este
nuevo sujeto popular camina
hacia la ruptura,
una ruptura que se va vislumbrando paso a paso, en cada movilización,
en cada organización, en los centros de estudio y de trabajo, en los
barrios y pueblos, y cuyos contenidos anti-sistema (sí contra este
sistema corrupto y caduco), destituyentes y constituyentes van
abriéndose paso de manera cada vez más masiva.
Porque
la transición ha sido enterrada:
Como muy acertadamente señalaba Isaac Rosa recientemente, con Suárez
el régimen ha enterrado definitivamente la tan alabada transición,
cuya amnesia y deterioro han ido a la par. La historia ha querido
certificar la muerte de la transición el día siguiente de las
grandes marchas de la dignidad. Porque las instituciones surgidas de
aquella transición están en proceso de descomposición imparable, y
una parte cada vez más amplia de la sociedad ya no se identifica con
ellas, y sí con las propuestas que encarna este nuevo sujeto social
y político de amplios registros.
Pedro
Casas. Activista social.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una
licencia
de Creative Commons,
respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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