Reflexions sobre el moviment 15 de maig

Más barricadas y menos batucadas: el pan, las rosas y anonymous
Reflexiones tras la jornada de movilización del 15 de mayo


Durante las movilizaciones contra el plan Bolonia sucedió una cosa terrible. Tras comprobar alucinado cómo los estudiantes más jóvenes se encerraban en mi facultad y la tomaban por asalto llenándola de carteles y pancartas contra el citado proceso de convergencia europeo, se me ocurrió llevar un póster del Che Guevara para colocarlo en algún pasillo. Soy un romántico y un sentimental, e ingenuo de mí pensé que la presencia imponente del famoso revolucionario argentino fotografiado por Alberto Corda renovaría e insuflaría ánimos en los jóvenes acampados en el hall de la entrada y los pasillos. La respuesta de los jóvenes imberbes movilizados fue de juzgado de guardia: «es que eso sería politizar la protesta». Respiré hondo y conté hasta diez, entonces supe que la protesta estaba condenada al más estricto de los fracasos y como cualquiera puede comprobar, el plan Bolonia es una realidad en todas las universidades españolas.
Decía Marx que la historia tiende a repetirse; primero como tragedia después como farsa, y cuando entro al muro del evento en Facebook que me convoca a la manifestación del 15 de mayo en Valencia para protestar contra políticos y banqueros, me encuentro de nuevo con la historia repetida, esta vez como farsa, como tragedia y como verdadero despropósito: la convocatoria es apolítica y sobre todo pacífica. Luego claro, cuando tu convocatoria es una mierda pinchada en un palo incapaz de discernir que toda movilización contra el sistema es política, tu manifa es una tonelada de mierda que apesta varios kilómetros a la redonda, que es lo que fue la manifestación de Valencia de ayer.
Los marxistas somos algo tercos y nos empeñamos siempre en tener en cuenta el proceso histórico, éste nos dice implacable que ninguna reforma, cambio estructural o revolución se consiguió jamás a ritmo de batucada, pero a algunos no parece importarles, se empeñan una y otra vez y tropiezan mil veces contra la misma piedra. Recordamos que la jornada de 8 horas, esa misma que hoy viola de forma impune la clase empresarial, no llovió del cielo tras interminables batucadas sino que se consiguió con la sangre de los mártires de Chicago. Recordamos también que a Charles De Gaulle le entró el canguelo y movilizó a los paracaidistas no cuando miles de estudiantes tomaron las calles de Paris sino cuando diez millones de obreros paralizaron el país con encierros en las fábricas y declarándose en huelga general indefinida. Recordamos en definitiva, que todas y cada una de las mejoras que configuran lo que algunos vinieron a llamar estado de bienestar (sanidad y educación gratuitas, derecho al seguro del paro, a organizarse en sindicatos, a una pensión, a unas vacaciones pagadas, etc) no se consiguieron repartiendo flores y machacando los tímpanos del opresor con ritmos brasileños sino a base de encierros violentos, barricadas y adoquines lanzados a la cabeza de los mismos que sostienen el sistema a porrazos. Incluso intelectuales de la talla de José Luis San Pedro llaman a la «rebelión pacífica», en un arrebato de senilidad que intenta contener de alguna manera a los jóvenes más avanzados o radicalizados. Qué pensaría el partisano de su novela La sonrisa etrusca si le dijeran que debe rebelarse contra el invasor nazi de manera pacífica…
Si apaleas a un inmigrante o quemas a un indigente con gasolina en un cajero eres un fascista aunque no milites en Fuerza Nueva o España 2000, de la misma forma si el pueblo fuerza a su gobierno a nacionalizar la banca, se camina hacia el socialismo aunque ese pueblo no sea consciente de ello, que es lo que ha sucedido en Islandia. Esa es la cruz de las masas y de los jóvenes hastiados que tomaron ayer las calles de este país para vergüenza de unos medios de comunicación que pasan de puntillas por la movilización y en cambio mueven tierra, mar y aire cuando cuatro (en sentido literal) damas de blanco se manifiestan por las calles de La Habana. La losa de esos jóvenes apolíticos es que son socialistas y no lo saben, no son clase para sí, se llama alienación y gente como Marx, Debord o Marcuse, teorizaron mucho al respecto, pero resulta mucho más fácil darle al botón de me gusta en Facebook que organizarse políticamente, es mucho más cómodo que leer tochos de filósofos del siglo pasado, también es mucho más cómodo bailar samba que tirar piedras a la policía y quemar escaparates, bailando en la batucada seguro que se liga mucho más.
Porque queremos pan, pero también queremos rosas, y a los organizadores de la citada convocatoria se les olvida que las rosas tienen espinas y en ocasiones es inevitable pincharse con ellas si se las agarra con fuerza. Y mientras esos jóvenes desclasados y apolíticos no caigan en la cuenta de que las rosas tienen espinas, es decir, que la violencia inherente del sistema sólo puede combatirse mediante la violencia de las clases populares de forma organizada y teniendo claro que toda forma de protesta siempre es política, estaremos condenados al más estrepitoso de los fracasos. Fracaso que algunos se empeñan en no ver: leo comentarios en Facebook que apuntan sin sonrojo que se ha iniciado una revolución, ¿pero estos de anonymous qué fuman? Yo quiero.
Y no podría concluir esta reflexión sin apuntar que no me considero ningún sectario agorero, siempre se contará con mi presencia en cualquier mani que cuestione el sistema, aunque los convocantes sean tan estúpidos de proclamarla apolítica y piensen que se puede cambiar el sistema social y financiero bailando samba. Creo en aglutinar todo tipo de fuerzas, tendencias y colectivos por dispares que puedan resultar en primera instancia y allí estaré siempre que se cuestione el orden establecido. Allí estaré a pie de barricada (en este caso de batucada) aunque sepa en mi fuero interno que la movilización está inmadura y condenada al fracaso (como les sucedió Marx y Engels en las primaveras de las revoluciones europeas del siglo XIX) pero algunas cosas claman al cielo y hay que denunciarlas. No sólo basta con indignarse, hay que organizar la rabia y atacar donde verdaderamente duele a los capitalistas, el bolsillo, eso no se consigue con manifestaciones que parecen cabalgatas o el sambódromo de Río de Janeiro sino paralizando y atacando la economía, ya sea vía huelgas generales, encierros en fábricas o asaltando El Corte Inglés. La historia corre a nuestro favor porque cuando esos jovencitos desclasados se den cuenta de que con tambores y máscaras de V de Vendeta el sistema se ríe en nuestra cara y después nos mea, cuando esos jovencitos carezcan del colchón que supone el hogar familiar, se cansarán de bailar y otras formas de movilización entrarán en escena: en Grecia, Egipto y Túnez tienen mucho que enseñarnos al respecto.
Entonces se quitarán la careta de V de Vendetta y darán la cara y se levantarán, y caerán en la cuenta que, a diferencia del citado film, en la vida real los soldados disparan a las multitudes para preservar la hegemonía de una clase sobre otra, que la democracia y el parlamentarismo burgués es la violencia organizada de la clase dominante contra el ejército de parados, de precarios y oprimidos, que la ley no se puede cambiar sin infringirla, que la violencia del sistema sólo puede combatirse con la violencia organizada del pueblo, se darán cuenta de que las rosas tienen espinas.

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