Un dia en la luna

Cuento de mi joven amigo Marc Mataix, de Alcoi


Los días siempre eran igual de monótonos, o al menos eso le parecía a Tamps, pero, al final del día, en su enlace con la noche, todo cambió. ¿Fue el día o fue la noche, en qué momento exacto empezó la mayor aventura jamás vivida por él? Mientras cenaban, Jesús, su padre, le dijo que recogiese la mesa y por último Tams recogió la botella de vino "El tío de la bota", y le gustó especialmente aquel nombre tan peculiar. Antes de acostarse, su padre sigilosamente, le susurró al oído: mañana antes del desayuno te daré un regalo a cambio de que tu me cuentes tu último sueño.


Sujetaba en su mano izquierda un pequeño paquete de cartón envuelto y sellado.. Tamps se puso tan eufórico e ilusionado que le dio dos besos con rapidez y se fue a su cama de la buhardilla del tejado, iluminada por la luz de la luna llena. Su sueño empezó tarde, pero fue recordado:


En el desván, con más o menos polvo y rodeado de objetos antiguos, yacía uno de los mejores inventos de la humanidad, aquel juguete con el cual maduró su fantasía e imaginación, y con el que siempre pudo viajar en el tiempo, LA MEMORABLE MAQUINA DEL TIEMPO, compuesta por un pequeño carro de compra con ruedas giratorias, un manillar de bicicleta adornado con pegatinas fosforitas. Adherida en la proa de la nave, una silla de esparto clavijada, en la popa y en el centro un agujero por donde las piernas asomaban y tocaban al suelo, funcionando como freno y acelerador.


Con la maquina del tiempo pronto llegó a la Luna. Eran las siete de la mañana y se podían ver varios eclipses totales. Enchufó la tele que había robado por el camino en la inmensa basura interestelar, sin cables. Vio los teletubis de Mercurio, también observó el planeta más brillante que hacia de lucero junto a Venus. En la publicidad Tams había visto muchos seres pintorescos de color verde, y supuso que pertenecían a este planeta.


Ya era la hora del almuerzo. No había comido nada desde el último zumo de pomelo acompañado de cuatro galletas. Ya tocaba tomar algo sólido, pensó, en aquella extraña zona repleta de piedras y más piedras lunares. Lo solucionó de la siguiente manera: llamar con su móvil a "Comidas para llevar". Su comunicación telefónica estaba grabada en una roca.


- Por favor quisiera una ración de lasaña de restos de meteorito a la plutonesa de primero, ensaladilla de satélites galácticos, de segundo, y para acompañar, tráigame unas empanadillas variadas de cometa Haley, ah! y el gazpacho espacial con hortalizas satúrnicas. La cuenta a cargo de "El tío de la bota", famoso empresario esponsor del equipo espacial "Estrellita Plateada", recordado por sus famosos triunfos en "Los ochenta días de Orión", ya sabe, esa maratón de alto prestigio, donde las naves espaciales tienen que recorrer millones de años-luz en poco más de dos meses; repostando la energía en las plataformas de su propiedad.


Se lo enviaron enseguida, Desde el mar de Crisium, un robot llegó a las doce del mediodía por aire. Y cuando le presentaron la cuenta, insertó la tarjeta telepática en su ordenador, naturalmente a cargo de "El tío de la Bota".


El resto del día lo aprovechó para buscar un sitio idóneo para pasar la noche. Cerca de donde aterrizó vio una manta abandonada por un supuesto marciano. Envolvió con ella LA MAQUINA DEL TIEMPO después se introdujo en ella con la tv el resto de la comida para el resto del día. En la luna las tormentas eran habituales y uno siempre necesitaba disponer de un buen cobijo. Tams se encontraba a gusto allí pero de pronto una voz agigantada retronó en la zona. La policía arremetió contra él a la vez que decía:


-Sabemos que eres tu el ser que ha pedido comida i ha enviado la cuenta al "Tio de la Bota". Ahora eso está prohibido. Muéstrese y será arrestado sin violencia.
¿Arrestado, qué iban a pensar de mi? Mejor será que me vaya de aquí con LA MÁQUINA DEL TIEMPO antes de meterme en otro gran problema, pensó.


Llegó a casa y se metió en la cama. En aquel momento no había nadie. Por lo visto la comida y el televisor habían permanecido con él, ya que estaba funcionando; y el colchón estaba empapado de una viscosidad espantosa, como una especie de vómito. Apagó el aparato y en eso sonó el despertador. Eran las nueve de la mañana y su padre se presentó en la habitación con un paquete en la mano diciéndole: Tams, cuéntame tu sueño y te daré tu regalo.


El chico no sabía que contarle porque recordarlo era sumamente difícil en aquellos momentos. Al final se incorporó y empezó por contarle lo del carro de la compra, después lo de la comida y por último que la policía lunar le perseguía. Con eso fue más que suficiente para que Jesús le entregara su regalo. Después Tams le preguntó, para qué quiero el mando si no tengo televisor. Si lo tienes, le dijo su padre, mira a tu derecha.


Entonces el muchacho vio el televisor y recordó el sueño, se puso muy contento y abrazó a su padre. Para él quedó claro que su peculiar sueño estaba influenciado por varios aspectos: la luna llena, el Tío de la Bota y el hecho de que su padre pusiera la tele poco antes de levantarse.


Y así fue como Tams fue el protagonista de una aventura espacial digna de ser contada.

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Cada dia, un conte: L'excursió, de Sergi Pàmies