La mujer que perdió la risa






Dedicado a Araceli Merino




Una mañana me levanté, me miré en el espejo y vi una mujer triste de expresión avinagrada. De pronto caí en la cuenta de lo que me pasaba:¡ había perdido la risa!


En ese instante me sentí vacía como una concha de playa. La cosa no pintaba bien. Quizá fuera por eso que me encontraba deshecha, no podía dormir, ni hacer el amor, ni gastar bromas, ni contar chistes...El mundo para mi se había convertido en algo borroso y gris.


Así que no me lo pensé dos veces y tan pronto pude reunir las pocas fuerzas que me quedaban en mi maltrecho cuerpo, me puse ropa cómoda, me calcé unas zapatillas y decidí salir en busca de la risa.


Deambulé por calles y plazas, por pueblos y ciudades, por caminos y senderos...Allá donde iba solo encontraba gente apresurada, caras preocupadas...miradas indiferentes.


Finalmente, sedienta y cansada, me senté sobre una piedra junto a unos matojos en pleno campo. El sol, de vez en cuando, guiñaba un ojo entre las nubes. Me sentía acalorada y me dolían los pies...Ya empezaba a dudar del éxito de mi empresa, cuando de repente vi un pequeñísimo caracol que se deslizaba por un tallo de hierba. Lo miré atentamente y vi que hacia grandes esfuerzos por desplazarse cuesta arriba...La verdad es que no parecía un tipo muy garboso.
Intenté ayudarle empujándole suavemente con la yema de mi dedo, pero tan pronto toqué su concha empezó a reír, a reír y a reír hasta saltarle las lágrimas. Sorprendida le pregunté:
—¿Y tu de qué te ríes, microbio?
—Porque me haces cosquillas. —balbuceó enroscándose y añadió— Pues sí...Ya sé que soy cornudo, baboso y arrastrao, pero ¿qué quieres? a mi me gusta reír.— Y diciendo esto se desprendió de su tallo y se vino abajo entre grandes carcajadas.


Su risa era sonora y cristalina, tanto que me produjo a mí también como un cosquilleo por dentro que me inundaba como una marea de mermelada. El pequeñajo se revolcaba con su concha por tierra, de tal manera que apenas podía ponerse sobre su pie. Entonces, sin darme cuenta, también yo empecé a retorcerme de risa sobre la hierba, mientras mi barriga se movía al compás de mis carcajadas sin poder contenerme. Noté que me caían unas lágrimas como garbanzos.


El bichejo reía gozoso de verme y todavía me provocaba más risa. Reía con un morro flexible y divertido como si fuera de chicle... Ahora reíamos los dos con risas diversas como los colores del arco iris, vibrantes y luminosas.


En esos momentos vi una nube oscura salia de mi interior y el un viento azul la recogía desvaneciéndola en tenues partículas hasta hacerlas desaparecer. entonces comprendí el poder mágico de la risa. Y me sentí libre, libre y feliz.




Llum Sánchez

Comentaris

Araceli Merino ha dit…
Llum!!!!!
Quina sorpresa!!!!!!
No sabia que m'havies dedicat aquest relat... és genial! positiu! divertit! enginyós! M'encanta!
Ostres, acabo d'arribar de vacances (portava un munt de setmanes fora) i intentant posar-me al dia de tot plegat m'he trobat amb aquesta sorpresa que no podia ser més agradable. Em sap greu no haver-ho descobert abans. de debò! La veritat és que m'has enganxat una riallada com la del cargol. Moltes, moltíssimes gràcies, Llum.

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