Frida Kahlo describe así su enfermedad


 María esta cansada, muy cansada y dolorida. No sabe que le pasa, pero levantarse de la cama es un gran sacrificio, aunque en su interior desee vivir el día como cualquier otra persona. Y por eso, con una fuerza de voluntad envidiable consigue, con mucho sufrimiento, moverse. María era una persona llena de vitalidad, alegre, sociable y una amante de su trabajo, ese que ahora no puede hacer. Hace calor, pero ella tiene frío. Quiere llamar por teléfono, pero lo deja para más adelante, porque se fatiga al hablar. Quiere sentirse útil, pero no es capaz de hacer una taza de café. Le gusta escribir, pero las manos no le responden. Así que se sienta delante del televisor y deja pasar las horas. Sabe que, cuando comience a anochecer, comenzará a vivir. Es la experiencia de tantos años. María visitó muchos médicos, hizo análisis, infinitas pruebas y la medicina no le dio ninguna respuesta. Pero está enferma, prácticamente inválida, en lo mejor de su vida. Por eso ella sigue luchando, se niega a ser la enferma imaginaria, como aquel personaje de Molière, porque ella no es una hipocondríaca, como el protagonista del escritor francés. Se niega salir a la calle, porque nadie entendería que está enferma, con el buen aspecto exterior que tiene. Se desespera porque nadie la comprende, pero sigue teniendo fe, sigue luchando, intenta superarse día a día, aunque esa noche se acueste tarde y mañana se despierte como hoy, cansada, muy cansada y dolorida. Como María hay millones de personas en el mundo, millones de mujeres que se acostumbran a convivir con una enfermedad que no existe, para una parte de la comunidad científica. Pero cada vez son más los investigadores que creen a María y trabajan incansablemente para que ese dos por ciento de la población mundial, dejen de ser, para siempre, los enfermos imaginarios del siglo XXI.


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