carta abierta de una fibromiálgica


A los que sufren:


De vez en cuando conviene recordar que la FM no es un callejón sin salida. Cierto que mientras nos encontramos inmersos en una crisis, y éstas a veces duran demasiado, nos resulta difícil imaginar que existe un después. Mientras somos presa del dolor y de la incertidumbre apenas podemos pensar. Los síntomas son tan abrumadores que caer en la depresión es casi inevitable. Nosotros sabemos que el dolor es real, que lo experimentamos, que nos marca, que nos incapacita...Pero como podríamos explicarlo si ni siquiera nosotros mismos somos capaces de asumirlo en toda su complejidad.


Recuerdo que durante los primeros años me encontraba, además de enferma, desconcertada. Me dolía todo el cuerpo, sí, incluso los oídos. Me zumbaban constantemente. Mi voz empezó a cambiar, a perder sonoridad, y las inflamaciones en las cuerdas vocales i en la laringe se producian con demasisada frecuencia. Los dolores en la espalda y en las cervicales se iban convirtiendo en algo cotidiano. La tensión siempre demasiado baja. En lugar de cabeza creia tener una nube de tormenta. Concentrarme me costaba un gran esfuerzo, y a veces ni así lo conseguía. Cuando caminaba por la calle lo hacía por el interior de la acera para ir tocando la pared porque temia caerme. Cada dia descubria un a alteración en mi cuerpo y una disfunción en mi mente. En este estado realizar las tareas normales del dia a dia se convierte en una misión heroica. Cuando llegaba la hora de acostarme sentia un gran alivio, por fin no tendria que hacer nada, nada...Pero entonces empezaba a sentir los espasmos musculares en distintas partes del cuerpo. Apenas intentava conciliar el sueño me despertaban las sacudidas. Dia a dia notaba como me iba resultando cada vez más difícil dormir. Por la mañana mi mente estaba espesa, rara vez sabia en que dia me encontraba. Olvidaba los nombre y las cosas, las tareas y los proyectos. Hablar me resultaba penoso, me costaba ordenar los pensamientos y traducirlos en palabras.


Supongo que para el que no ha pasado por esto es casi imposible comprender como nos podemos sentir. Quizá por eso los nuestros no saben lo que nos ocurre y a veces les resulta más cómodo adjudicarnos els calificativo de maniáticas, depresivas o inestables. A medida que va pasando el tiempo nos dejan estar, como si nada. Se acostumbran a "aquello" a lo que nos ha reducido la enfermedad. Claro que ellos lo ignoran. También lo ignoran gran parte de los médicos a los que acudimos. El de atención primaria nos envia a un especialista, casi siempre empezamos por el spiquiatra. Después unos cuantos más. Cada uno de ellos nos trata sólo lo referent a su competencia, para eso son especialistas.


Con el paso de los años una se acostumbra también a una vida de baja intensidad. Vamos recortando todas y cada una de las cosas que son incompatibles con nuestra supervivencia. Comprendemos que nuestra necesidad de descanso es vital. Ensayamos otras posibilidades de abordar nuestra nueva realidad. Tropezamos con frecuencia con nuestra propia resistencia a cambiar nuestros hábitos, nuestras costumbres, nuestros gustos; nos fastidia renunciar a nuestras aspiraciones, a aceptar otra imagen mucho menos atractiva para los demás...


Finalmente, a veces, se produce un pequeño milagro. Es entonces cuando nos damos cuenta de que a pesar de todo todavía axiste la posibilidad de acceder a una vida que aún nos puede aportar satisfacciones. Incluso por diversos medios podemos mejorar y mirar hacia el pasado con la certeza de que lo peor ha quedado atrás.


Bueno, esto es lo que yo creo. Puesto que la FM no nos produce la muerte puede que lo más conveniente sea explorar los limites de la vida que nos ha tocado vivir.


Llum Sánchez

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Cada dia, un conte: L'excursió, de Sergi Pàmies