Cartas desde Almería, el Jardín







Cartas desde Almería. El Jardín.


Mi querido hermano Juan de Mairena:

Hijo del Pastor de Camellos, te escribo mirando a cumbres de Sierra Nevada con la ilusión infantil del que espera que las aguas del Genil, lleven  navegando mis palabras hacia el Gran Río y que tú las recojas entre los álamos de las riberas antes de que los jinetes del tiempo te las entreguen en papel. Gracias por tu premura en responder, saber de ti me tranquiliza el espíritu. Que el perfume de la vida te acompañe eternamente, que las bibliotecas tengan siempre un espacio para tu obra, que las viñas reserven las mejores uvas para tu copa, que el calor del cuerpo amado descanse cada noche a tu lado, que tu sabiduría la hereden tus hijas y que la vida me permita a mi compartir contigo el té de las largas tardes de invierno.

Mi querido hermano; sigo subiendo la montaña, ahora la Mar queda a mis espaldas, camino hacia el poniente. Desde lo más alto me mira la cumbre, me susurra al oído entre los riscos, como la enamorada que espera la llegada de su amante. Mientras, por los barrancos, como lobos borrachos me siguen las fieras, huelen mi miedo y esperan el momento para clavar sus colmillos. En éstas, me vino a visitar la Serpiente, que inmóvil en medio del camino, me miraba. Nuestros pensamientos se rozaron, y como dos viejos enemigos que se empiezan a tener respeto nos saludamos.

Mi querido Juan de Mairena, aunque es la primera vez que desgasto mis sandalias por estas veredas, ningunas de sus piedras me son desconocidas; en otra vida debí ser pastor de cabras en este desierto. Sus rocas me van poniendo a prueba, indicándome que si sigo ascendiendo perderé la seguridad de las murallas de la ciudad y ganaré  la inmensidad de la Mar.

Hermano, he vuelto la vista atrás y allí sigue Cabo de Gata. Me invita a abandonar el esparto, el tomillo, la mejorana y la sombra del halcón que me acompaña. Me enseña desplegadas las velas blancas y recias de un bajel, y me ofrece el Mediterráneo para huir, para vivir en puertos desconocidos, para echar el ancla en cualquier bahía y escapar al amanecer.

Mi querido compañero de poemas, nosotros somos nendiluses, seres de la Tierra del comercio y de la Mar, borrachos de melancolía. Para entendernos hay que sentir el salitre en la piel, la fuerza del arado en las manos, saber como tejer un verso y como se expresa la daga que se clava en el costado izquierdo. No basta haber nacido aquí, ni  llegar de fuera y decir que bebiste de nuestras fuentes.

Mi querido hermano Juan de Mairena; en este lugar, al-Mariyyāt, el Sol pasa el invierno y se le abren los primeros pasos a la primavera, que va caminando en bordados de seda de acequias granadinas hacia el resto de nuestra Matria. Ya han estallado los ramilletes de azahar en el jardín y en las tardes van trepando sobre la brisa hasta esta ventana donde el desierto y la Mar llenan mis ojos. En el huerto voy ocupando mi espacio. Ya planté como me enseñaron, la menta y la hierba buena mirando al norte, el tomillo y el alóe orientados al sur y la flor del dinero, regalo de mi madre, la han colocado mis anfitrionas en un lugar preferente. Los jacintos compiten en hermosura con  las rosas, la flor del paraíso abre su cresta como un pavo real mutilado, mientras la buganvilla trepa por los muros intentando colonizar las piedras y, como una intrusa, la amapola centellea entre la gramínea a la luz de los naranjos. Hermano, los tallos de los claveles traídos desde Sevilla siguen mústios sobre la arcilla.

Mi amado Juan; me siento como aquél desterrado que en su salida llenó los bolsillos de la tierra que abandonaba y los vacía en un huerto ajeno, esperando echar raíces algún día sobre ella. Aquí, los granos de arena que ocupan las horas van cayendo lentamente, porque lo importante no es el cristal que los retiene si no las vidas que se van construyendo.

Mi querido hermano, no se cuando será la hora del regreso, ni siquiera si la habrá, en todo caso mándame por favor, el perfume de Híspalis en tu próxima carta.

Recibe un abrazo de tu hermano

            Ibn Hazm de Almeria.
            (Marcos G. Sedano)

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