Servidumbre voluntaria y obediencia al poder

  








16-12-2012


CGT-València organiza las XIV Jornadas Libertarias sobre estrategias de desobediencia colectiva




En pleno siglo XVI, con sólo 18 años, el escritor y político francés, Étienne de la Boétie, escribió sobre la “servidumbre voluntaria”. En el punto de mira tenía a las monarquías autoritarias de la época. Pretendía argumentar sobre la fascinación que ejerce el tirano sobre el individuo y los mecanismos que explican la servidumbre. “Querría solamente comprender cómo puede ser que tantos hombres, burgos, ciudades y naciones soporten a veces a un único tirano que no tiene más poder que el que ellos le dan, que sólo puede perjudicarles porque ellos le aguantan y que no podría hacerles ningún mal si no prefiriesen sufrirle a contradecirle”, razona.
Entre el 10 y el 14 de diciembre de 2012, CGT-València ha organizado las XIV Jornades Llibertàries del sindicato, con el título “La estrategia de la desobediencia colectiva”. Las jornadas se han iniciado con una mesa redonda sobre “La servidumbre voluntaria: los porqués de la obediencia al poder”, lo que pone de manifiesto la vigencia de esta noción varias centurias después que la enunciara Étienne de la Boétie.

La psicoanalista María Amparo García del Moral aborda la “servidumbre voluntaria” y la pleitesía hacia el poderoso desde una perspectiva lacaniana. “Lo que entendemos por realidad no es más que el discurso del amo, y como tal puede ser analizada y transformada”, afirma. ¿Se concentra excesivamente el psicoanálisis en salidas individuales? “El individuo no puede luchar solo contra el discurso del amo; uno no puede sobrevivir solo sin la colectividad; porque a nadie se le puede exigir ser héroe ni mártir”, explica la psicoanalista.
Imaginemos una roca como imagen del discurso del amo. Para García del Moral, “uno de manera aislada no puede contra esa roca. El objetivo es desgastarla de manera colectiva”. Ahora bienmatiza la psicoanalista, “tampoco debemos aceptar el discurso del amo dentro de nosotros mismos; hemos de rechazar esa realidad sin recovecos ni ambigüedades”, explica. Sobre las posibilidades de la acción individual, opina que la realidad “nos condiciona; uno es libre pero dentro de muchos límites; por eso, lo que realmente somos es muy difícil de gestionar”.

El poeta, ensayista y profesor de Teoria de la Comunicación en la Universitat de València, Antonio Méndez Rubio, hace a grandes trazos un recorrido por la historia de la desobediencia y los mecanismos de sumisión, cada vez más sofisticados. En el franquismo la obediencia se obtenía por la mera fuerza bruta. En la década de los 80 se impone la persuasión, se ofrece a la gente un horizonte sugestivo (“Esto es lo mejor para todos”, se dice). Hoy, afirma Antonio Méndez Rubio que la fuerza es el último recurso para generar sumisión. “Ni siquiera la propaganda, la educación o la publicidad son lo esencial”. Los poderes han dado un paso más: “La realidad se confunde con el mandato; así pues, ya no hace falta siquiera obedecer”.
Con su lenguaje cotidiano, los presos de México DF permiten entender muy bien el estadio actual. Distinguen, recuerda Méndez Rubio, el “adentro” (celdas, habitaciones o aseos) del “afuera” (zonas de ocio y libre concurrencia). “El problema es que ese afuera queda dentro de los muros de la prisión, es una parte del interior del sistema”. Considera el autor de “Cuerpo a cuerpo” o “Historia del cielo” que esta “totalización de la vida nos permite hablar en el presente de un fascismo de baja intensidad”.

¿Para qué esta uno en el mundo? El docente asegura que no es lo mismo “sobrevivir” que “vivir”. Se explica: la supervivencia implica “un encaje entre el interior y lo exterior”. O, lo que es lo mismo, asumir “lo que hay” para salir del paso. Supone aceptar obligaciones pero, también, y esto es decisivo, reconocer el orden real “porque necesito existir”. “Encontramos un placer y una seguridad en ser reconocidos por la ley, pero eso también implica perder la autonomía, perderse a uno mismo y la posibilidad de vivir. A la angustia y a la rotura interna”, subraya el ensayista. Pero también a la externa porque “estamos ante una realidad totalizadora que todo lo envuelve, como en la experiencia nazi”.

En el “Tratado del Saber Vivir” (1967), Raoul Vaneigem afirmaba que gracias a que estamos divididos o mutilados entre nosotros y dentro de nosotros, reina la opresión; esto, viene a decir el filósofo belga, refuerza al poder en su calidad de padre protector. Este encaje entre lo interior y lo exterior para sobrevivir, que deriva en angustia existencial, puede tener dos desenlaces, según Méndez Rubio, el trágico o el poético. El primero lo ejemplifica Creonte en una tragedia de Sófocles (siglo V AC), cuando afirma que no hay mal peor que la rebeldía ante la autoridad; “la mayoría de personas a las que van bien las cosas, es la obediencia a la autoridad la que las salva”.

Pero la esperanza reside en el desenlace poético. En otra tragedia de Sófocles, “Antígona”, el autor se refiere a “tus particulares resonancias”. “Es una idea –explica Antonio Méndez Rubio- que remite a la conexión con uno mismo, a la creatividad, es decir, al momento de vivir y no de sobrevivir; es lo que algunos autores llaman el momento de la poesía”.

La neurosis, la angustia, la soledad, la “guerra de nervios” son hoy realidades muy comunes. Pero como existe una confusión y una mezcla entre lo individual y lo colectivo, entre lo interno y lo externo, no hay una salida clara: “El sistema somos todos nosotros; estamos muy bien montados”, asegura el poeta. Lo cierto es que, añade, “estamos evitando siempre la soledad, de ahí el recurso tan habitual a la tecnología”. En el movimiento libertario de los años 30 se hablaba de “revolución interior”. “Era un pájaro frente a un muro que intentaba sortearlo; el problema es que hoy el ave revolotea sin que, a lo mejor, el muro esté delante”. Porque la frontera entre el “adentro” y el “afuera” ha caído.

Por su parte, Manolo Rodríguez, profesor de Sociología de la Universitat de València, se fija en el “régimen de verdad” que domina en el mundo actual. Siguiendo un reciente artículo de Josep Ramoneda en El País, cita dos posibilidades. Si conociéramos la verdad del régimen de dominación, el capitalismo se derrumbaría en 24 horas. Es la interpretación de Rosa Luxemburgo. Pero hoy se impone el “régimen del terror”. Paralizados por el miedo, “cuando sabemos la verdad, nos quedamos inmóviles”. Es la interpretación de Foucault. Por eso, según Rodríguez, “lo importante ahora es ése tránsito que nos permita superar el régimen de terror”.

Decía Éttiene de la Boétie que resulta verdaderamente sorprendente, “aunque sea tan común que más cabe gemir que asombrarse, ver a un millón de hombres esclavizados, con la cabeza bajo el yugo, no porque estén sometidos por una fuerza mayor, sino porque han sido sometidos por el nombre de uno solo, al que no deberían temer –ya que sólo es uno- ni amar, ya que es inhumano y cruel con ellos”. En el siglo XVI, cuando escribía estas líneas, y en el siglo XXI.


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


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