MANIFIESTO










MANIFIESTO PARA UNA DESOBEDIENCIA CIVIL


     Sentenciadas las políticas neoliberales aplicadas por el Parlamento Europeo, el Eurogrupo, sugeridas por el Fondo Monetario Internacional, ante la presión de los mercados, con la única intención de devastar todo proceso de entidad ciudadana e implantar  el sistema capitalista en toda su ordalía de poderes omnímodos que obedecen a una evolución del tiempo que nos viene desde que Thatcher y Reagan cuando implantaron un modelo económico con tal de impugnar la bases teóricas de una actitud reivindicativa de las masas populares, las clases medias y sus resúmenes aplicados en la Declaración de los Derechos Humanos y todos los tratados, uno a uno, que fueron surgiendo en la posguerra de la violencia del fascismo en la primera mitad del siglo XX con la intención de reconstruir un mundo que estaba desmoronado y que en breves años, con un inmenso esfuerzo, generó una visible esperanza ante el terror de los hombres que nos gobiernan, se están solidificando en estos momentos una geografía política y económica que sólo aspira al ansia de poder y a la deconstrucción de los individuos en sus libertades más básicas. Estamos asistiendo a la implantación de un sistema financiero y globalizador que consigue arrastrar a la clase política hacia el precipicio de toda nacionalidad propia y consistente. Ante las últimas medidas adoptadas por el Gobierno español, precisamos aquí un memorándum de cuáles deben ser las actitudes de la ciudadanía para una desobediencia civil:
-         Creamos firmemente y constantemente en lo que vamos a hacer y no nos dejemos caer en la rutina, en el hastío o en el olvido. Que todo lo que pretendamos realizar adquiera tintes de realidad y no sólo en supuestos o en advertencias teóricas que no nos conducen hacia ninguna parte.
-         Pasemos de la resistencia al activismo. No sólo convirtamos esta lucha en un compromiso cívico y etéreo, en todo caso, actuemos desde hechos concretos y seamos verdaderos protagonistas del cambio que ya desesperadamente buscamos.
-         Para ello ya de nada valen las manifestaciones y las pancartas, la acumulación de ciudadanía en la calles, puesto eso es lo que precisamente el Poder anhela, que gritemos hasta quedarnos afónicos y que las letras de los carteles se vayan cayendo desde la insistencia y la fotografía que mientras tanto nos están haciendo. Toda revolución debe ser activa, movilizadora, con realidades concretas que supongan una consecuencia ganada, lograda, vestida, reformadora. La clase política, defenestrada por la presión de los mercados, no cambiará nunca ni un ápice de sus voluntades sino es obligada y destruida.
-         Confirmamos la necesidad de una revolución en movimiento, no detenida en las plazas públicas. Toda revolución que hemos aprendido a través de la Historia ha sido violenta. Nosotros debemos proponer la revolución pacífica. Realicemos la vigilancia de las actuaciones de Gandhi, quien derrocó a todo un Imperio Británico desde la desobedencia civil, con un vestido blanco, desde su pequeña estatura caminando los senderos de la India para comunicar su mensaje. Los indios se dejaban golpear con palos y fusiles cuando querían entrar en las salineras que les pertenecían. La sal era un producto básico para la economía hindú. Se ponían en filas y, uno a uno, iban acercándose hacia los soldados que custodiaban la sal. Salían heridos, pero continuaban enfrentándose a los ingleses sin importarles los golpes.
-         Es necesario ya entrar y tomar las instituciones, tanto políticas como económicas. Ghandi. Pongámonos en fila y uno a uno intentemos entrar en los parlamentos, en el senado, en los bancos, en las consejerías, en los ayuntamientos. Está claro que las Fuerzas de Orden Público nos golpearán. Llenemos los hospitales con nuestras heridas. Jamás toquemos a un policía. Así día tras día, sólo con las palabras y con nuestro silencio. No dictemos consignas. No valen para nada. Sólo silencio y acción. Bloqueemos la política. No la dejemos actuar. Que oigan nuestro llanto. Es el único modo de intentar encontrar la piedad, su fuerza desorbitada ante un ciudadano que no se defiende. Sólo desea, vive para una causa común.
-         No paguemos el IVA. No paguemos impuestos. Saquemos todo nuestro dinero de los bancos. No permitamos los desahucios. Ocupemos las casas desahuciadas, pero no desde la calle, desde dentro. No trabajemos. Acudamos a los lugares donde trabajemos, pero crucémonos los brazos. No consumamos, sólo lo imprescindible. Creamos una crisis económica todavía más extensiva. Bloqueemos el Estado. Hagamos que los Gobiernos vayan a la quiebra. Abandonemos el euro, moneda que sirve como pretexto para organizar esta delincuencia neocapitalista. Y empecemos de nuevo. Nosotros. Empecemos de nuevo. Llegarán tiempos difíciles, pero no peores de los que quieren eternamente que asumamos. El capitalismo crea periodos oscilantes donde una crisis económica, una vez solucionada, se encadena con otra. Y así siempre. Baste revisar lo ocurrido desde los años 70 hasta hoy.
-         Y finalmente continuemos proponiendo más alternativas para esta revolución tan necesaria como el pan que sale de los hornos.
Emilio Arnao
 

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